“Yo soy Jehová… que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Is. 45: 5, 7).

 

Amy Carmachael pasó su vida en la India como misionara donde fundó The Dohnavur Fellowship[1] dedicado al cuidado de huérfanos rescatados de la prostitución religiosa del hinduismo, practica que ella influyó en hacer ilegal hoy día. Esta historia se remonta a muchos años atrás.

 

                      Un día, ya muy entrada en años, pero todavía tan activa como siempre, esta sierva de Dios fue con un grupo de colaboradores para investigar una propiedad que querían adquirir para la obra. Llegaron a la casa y se encontraron la vaya que la rodeaba cerrada con llave. El dueño no llegaba y el día declinaba. Esperaron un buen rato. Un vecino decidió probar la llave suya para ver si servía, y sí, funcionó. Entraron en el patio de la casa cuando ya era de noche y no vieron un pozo que se estaba cavando. Amy cayó dentro y se fracturó un pie, fue una rotura muy mala que le dejó incapacitada y con mucho dolor durante el resto de su vida. Pasó el resto de su vida de la cama a la silla y de la silla a la cama sin poder volver a participar activamente en la obra que tanto amaba.

 

                      Escribiendo acerca del accidente que causó su sufrimiento, dice que nunca debemos pensar en segundas causas, como que, si no hubiese ocurrido esto, no habría ocurrido aquello, sino que debemos comprender, que detrás de todo está Dios y lo que ha pasado ha sido su explicita voluntad, tanto como si Él lo hubiese hecho. Algunos en su lugar pensarían: “Si hubiese llegado el dueño con la llave a la hora prevista, habríamos entrado de día, y no habría ocurrido el accidente”. O, “Si no hubiésemos esperado, no habría llegado el vecino con la otra llave”. O, “Si la otra llave no hubiese funcionada, no habríamos entrado”. O, “Si  los obreros hubiesen tapado el hoyo. …”O “si hubiesen puesto el pozo en otro lugar del patio,…”, etc. Razonar así no es tener en cuenta a Dios. Él está en todo y detrás de todo, utilizando todo y planeándolo todo para llevar acabo sus propósitos. Al fin de cuentas, el causante fue Él.

 

                      ¿Por qué cayó mi madre? Porque Dios quiso. ¿Por qué tuvo una fractura tan mala que no hay operación? Porque Dios quiso. ¿Entendemos? No. ¿Sabemos? Sí. Sabemos que “en cuanto a Dios, perfecto es su camino” (2 Sam. 22:31). Lo mismo se puede decir de todos los “accidentes” que hemos tenido, y, de hecho, de todas nuestras circunstancias. Detrás hay un plan maestro que no comprendemos remotamente, pero sabemos quien ideó el plan con brillante sabiduría y tierno amor. No comprendemos, pero confiamos.

                     




[1] Esta fundación continua hoy día llevado por gente de nacionalidad india. Incluye un hospital, orfanato, y colegio internado para hijos de obreros indios, sirviendo al señor en todo el país.